"Convicto
Confeso" es una canción que combina la potencia del rock argentino con
letras profundas que exploran el desamor y la vulnerabilidad. Producida por
Alexis Quinteros en el estudio Crevid y masterizada por Denis Rivero, la
canción refleja la búsqueda de Renzo por crear música que aporte al pensamiento
crítico y renueve el rock nacional.
El
título "Convicto Confeso" encapsula la dualidad de un amor no
correspondido: estar preso a un sentimiento que condena, pero al mismo tiempo
anhelar esa atadura como un acto de devoción. "Es una súplica, una
confesión liberadora pero también una condena. Habla de ese amor idealizado que
creemos que nos salvará, pero cuando no se da, nos deja con la garúa y la
miseria", explica Renzo. Inspirado en la escritura tanguera, el sencillo
utiliza un lenguaje poético y amargo para narrar experiencias universales desde
una perspectiva profunda y auténtica.
Renzo
Rodriguez, un joven de 23 años oriundo de Juan José Castelli, provincia del
Chaco, y estudiante de la Licenciatura en Comunicación en la Universidad
Adventista del Plata, irrumpe en la escena musical con su primer sencillo,
"Convicto Confeso", una potente canción que combina la esencia del
rock nacional con letras profundas y un estilo que rememora la escritura
tanguera, cargada de emoción y reflexión.
El
vínculo de Renzo con la música se remonta a sus primeros recuerdos de infancia,
cantando junto a su hermano mayor versos de bandas icónicas del rock argentino
como Callejeros y La Renga. En su hogar, la música era una constante: su padre
disfrutaba del folklore y el tango, su madre de la cumbia y la música
instrumental de los 80, mientras que sus hermanos aportaban una rica mezcla de
rock nacional, rock en inglés y baladas románticas de bandas como Los Redondos,
Los Beatles, Sin Bandera y Maná. "Crecí nutriéndome de todos esos géneros,
pero si tengo que elegir, el rock y Patricio Rey marcaron mi vida", afirma
Renzo.
Aunque
siempre estuvo rodeado de música, su acercamiento formal llegó a los 14 años, cuando aprendió a tocar la guitarra y comenzó a componer canciones. Este proceso se convirtió en una herramienta de expresión, narración y catarsis, especialmente durante una adolescencia marcada por momentos de dolor. "Componer es como una terapia, un escape, una forma de contar lo que siento", explica.